miércoles, 11 de noviembre de 2009

MICRORRELATO

Mi abuela Asunción tenía una gata. Una gata grandona llamada Nieva. Se llamaba así porque había nacido, precisamente, un día en que nevó muchísimo en el pueblo.
Una mañana Nieva desapareció, mi abuela Asunción la buscó por todas partes. Miró debajo de la cama, en el pajar, en los armarios... Pero Nieva no aparecía.

Al cabo de varias semanas, cuando mi abuela se dirigía a comprar el pan se encontró a Nieva sentada en la puerta tiritando de frío. La Abuela Asunción le preparó un gran plato de leche y más tarde la acurrucó entre sus brazos.

Fue entonces, cuando Nieva decidió no separarse nunca más de la abuela.

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